Desde el inicio de los tiempos, siempre se especuló con la capacidad que tenemos los seres humanos de poder ver ciertas cosas que los demás no, como es la utilización de un sexto sentido que permitiría captar acontecimientos ocultos y esotéricos, al igual que en ciertas películas de intriga y ciencia ficción que tratan el tema de manera esencial.
De acuerdo a estudios, podría ser que ese sexto sentido exista, pero no a la manera que estaba plasmado el el niño de la famosa película protagonizada por Bruce Willis, sino que serviría para ver campos magnéticos.
Una investigación realizada por científicos de la Escuela de Medicina de la Universidad de Massachusetts sobre una proteína encontrada en la retina humana, sugiere que dicha proteína posee la habilidad de funcionar como un detector de campos magnéticos, ya que, al menos, así ocurrió cuando la implantaron en las moscas de la fruta.
No obstante, los científicos se han cuidado mucho de ligar los resultados de su investigación con el hecho de que los humanos la usemos en este sentido. Tal y como afirman, este punto se desconoce.
En palabras de Steven Reppert, neurobiólogo e investigador del equipo médico que realizó el estudio: “Se cree que esta proteína es importante en las migraciones animales. Tal vez esta proteína también cumpla una función magneto-sensitiva importante en los humanos”.
Investigaciones anteriores sugieren que además de ayudar a que algunos animales como las tortugas marinas o las aves migratorias puedan navegar, la habilidad de detectar campos magnéticos podría ayudarles también en la percepción visual espacial. Tal vez estos animales posean una especie de sistema de coordinadas de campo magnético sobrepuesto a los objetos que ven.
“Pudiera ser que esto ayudara a que los animales percibieran los objetos en el espacio-tiempo de un modo en el que no habíamos pensado anteriormente”, asegura Reppert.
Los sentidos magnéticos de los animales se basan supuestamente en unas proteínas especiales llamadas criptocromos que también se han encontrado en la retina de los humanos. A pesar de que los resultados de anteriores investigaciones dieron a entender que los humanos no podemos sentir esos campos magnéticos, existen evidencias de que el geomagnetismo afecta al sistema lumínico en nuestros ojos.
Para comprobar si los humanos poseían este otro sentido, Reppert y sus colegas tomaron moscas de la fruta salvajes (con sus criptocromos intactos) y las compararon con otras de laboratorio en la que se habían remplazado sus criptocromos originales por la versión humana de la proteína.
Luego ubicaron a las moscas en un laberinto en forma de T y equiparon cada uno de los tres extremos con una bobina que los envolvía, de modo que cuando se aplicaba corriente una de las tres bobinas se magnetizaba. Los científicos iban alternando la magnetización de las tres bobinas, y también variaban la potencia. En algunos casos el campo magnético creado superó en ocho veces el de la Tierra.
Las moscas que contaban con los criptocromos humanos mostraron sensibilidad a los campos magnéticos evitando el extremo magnetizado, tal y como hacen de forma natural cuando no se encuentran aclimatadas al magnetismo, y más tarde, cuando se les entrenó recompensándolas con azúcar si acudían al campo magnético, acudiendo al extremo de la bobina electrificada.
Curiosamente, los investigadores descubrieron que la proteína humana solo funcionaba en la gama azul de la luz.