Las abejas se parecen más a los humanos de lo que se cree.


¿Por qué algunas abejas aman la aventura y otras prefieren quedarse en la colmena? Un nuevo análisis de los cerebros de estos insectos sugiere que algunas de las mismas sustancias químicas que afectan a la personalidad humana podrían explicar esta diferencia.
Las abejas son conocidas por tener una sociedad estructurada con distintas funciones para cada grupo: algunas trabajan como enfermeras, otras salen en busca de comida, por ejemplo.
Pero dentro de estas funciones, se ha descubierto que las abejas tienen también distintas personalidades, según un estudio de la revista Science que examinó la diferencia entre las abejas exploradoras que buscan comida y las que no.
“Existe una regla de oro para la investigación sobre la personalidad que dice que si uno muestra la misma tendencia en diferentes contextos, eso puede ser llamado un rasgo de personalidad”, dijo el autor principal del estudio, Gene Robinson, profesor de entomología y neurociencia de la Universidad de Illinois (norte).
Los investigadores diferenciaron dos grupos de abejas mediante la instalación de puestos con comida nueva con aromas y colores únicos, que cambiaban todos los días, y observaron qué abejas buscaban experimentar nuevos sabores y cuáles en cambio preferían los conocidos.
Cuando examinaron los cerebros de las abejas aventureras, encontraron diferencias en la expresión genética relacionadas con la misma cadena molecular que regula la búsqueda de novedades en los mamíferos y humanos.
Estos químicos del cerebro, la catecolamina, el glutamate y el ácido gamma aminobútirico, son conocidos por influir en el nivel de recompensa que la persona siente al buscar nuevas experiencias.
“Nuestros resultados nos dicen que la búsqueda de novedades en los humanos y otros vertebrados tiene paralelismos con los insectos”, afirmó Robinson.
“Se pueden notar las mismas diferencias de comportamiento y las mismas bases moleculares”, añadió.
La investigación también sugiere que el mismo tipo de herramientas genéticas evolucionaron en las abejas, animales y humanos y que averturarse era un rasgo que merecía la pena conservar porque podía ayudar a las especies a encontrar nuevas fuentes de comida.
“Parece que los mismos canales moleculares estuvieron involucrados repetidamente en la evolución para dar lugar a las diferencias individuales en la búsqueda de la novedad”, afirmó Robinson.
El estudio fue financiado por la Fundación Nacional de la Ciencia de Estados Unidos (NSF, por su sigla en inglés), los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) y la Illinois Sociogenomics Initiative (SGI). AFP
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