POR YUREL DE JESÚS.
No nos pasemos esta Semana Santa lamentando la crucifixión del Hijo de Dios, sino celebrando jubilosamente su liberación. Pues la Pascua de Resurrección es el signo de la paz, no del dolor.
No nos pasemos esta Semana Santa lamentando la crucifixión del Hijo de Dios, sino celebrando jubilosamente su liberación. Pues la Pascua de Resurrección es el signo de la paz, no del dolor.
Un Cristo asesinado no tiene sentido. Pero un Cristo resucitado se convierte en
el símbolo de que el Hijo de Dios se ha perdonado a sí mismo, en la señal de
que se considera a sí mismo sano e íntegro.
Esta semana empieza con ramos y termina con azucenas, el signo puro y santo de
que el Hijo de Dios es inocente. No permitas que ningún signo lúgubre de
crucifixión se interponga entre la jornada y su propósito, entre la aceptación
de la verdad y su expresión.
Esta semana celebramos la vida, no la muerte. Y honramos la perfecta pureza del
Hijo de Dios, no sus pecados.
Hazle a tu hermano la ofrenda de las azucenas, no la de una corona de espinas;
el regalo del amor, no el "regalo" del miedo. Te encuentras a su
lado, con espinas en una mano y azucenas en la otra, indeciso con respecto a
cuál le vas a dar. Únete a mí ahora, deshazte de las espinas y, en su lugar,
ofrécele las azucenas.
Lo que quiero esta Pascua es el regalo de tu perdón, que tú me concedes y yo te
devuelvo. No podemos unirnos en la crucifixión ni en la muerte. Ni tampoco
puede consumarse la resurrección hasta que tu perdón descanse sobre Cristo,
junto con el mío.
Una semana es poco tiempo, sin embargo, la Semana Santa simboliza la jornada
que el Hijo de Dios emprendió. Él comenzó con el signo de la victoria, la
promesa de la resurrección, la cual ya se le había concedido. No dejes que
caiga en la tentación de la crucifixión ni que se demore allí. Ayúdale a seguir
adelante en paz más allá de ella, con la luz de su propia inocencia alumbrando
el camino hacia su redención y liberación. No le obstruyas el paso con clavos y
espinas cuando su redención está tan cerca. Deja, en cambio, que la blancura de
tu radiante ofrenda de azucenas lo acelere en su camino hacia la resurrección.
La Pascua no es la celebración del costo del pecado, sino la celebración de su
final. Si al mirar entre los níveos pétalos de las azucenas que has recibido y
ofrecido como tu regalo vislumbras tras el velo la faz de Cristo, estarás
contemplando la faz de tu hermano y reconociéndola. Yo era un extraño y tú me
acogiste, a pesar de que no sabías quién era. Mas lo sabrás por razón de tu
ofrenda de azucenas.
En el perdón que le concedes a ese forastero, que aunque es un extraño para ti,
es tu Amigo ancestral, reside su liberación y tu redención junto con Él.
La temporada de Pascua es una temporada de júbilo, no de duelo. Contempla a tu
Amigo resucitado y celebra su santidad junto conmigo. Pues la Pascua es la
temporada de tu salvación, junto con la mía.
Tomado del libro 'Un Curso de Milagros'.