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El Vaticano
autorizó revelar de forma oficial y por primera vez las normas que aplica la Iglesia católica para
juzgar la veracidad de apariciones de la Virgen.
Según
informaron a Notimex fuentes eclesiásticas, en los próximos días la Sede Apostólica
distribuirá las traducciones en italiano, inglés, francés, alemán y español del
documento utilizado por obispos y teólogos de todo el mundo para analizar
supuestos fenómenos sobrenaturales.
El documento
que contiene las claves para el análisis de estos casos, del cual esta agencia
de noticias tiene una copia, lleva por título “Normas sobre el modo de proceder
en el discernimiento de presuntas apariciones y revelaciones”.
Aprobado en 1978 por el Papa
Pablo VI, durante años su contenido estuvo reservado sólo a prelados y
especialistas. Entre otras cosas porque la única versión oficial disponible
estaba en latín.
Eso cambiará cuando la Congregación para la Doctrina de la Fe publique las traducciones.
Serán versiones oficiales y definitivas. De hecho la Librería Editorial
Vaticana ya imprimió numerosos ejemplares y la noticia será incluida en el
diario pontificio “L’Osservatore Romano”.
Se trata de un verdadero
vademécum sobre los pasos a seguir cuando se tiene conocimiento de una posible
aparición.
Contrariamente a la creencia
popular, corresponde siempre al obispo de cada lugar y no al Vaticano el
estudio, en primera persona, de un supuesto fenómeno sobrenatural. La Sede Apostólica
puede intervenir en casos particulares, aunque es raro que utilice esa potestad.
Aún así la Curia Romana recibe,
cada año, diversos expedientes de presuntas revelaciones. Episodios de lo más
variados que, en casi todos los casos, son remitidos a las diócesis.
En los tiempos de Internet las
noticias de tales visiones se difunden rápidamente entre los fieles y la
facilidad de viajar favorece peregrinaciones espontáneas. Esto se ha convertido
en un desafío para la autoridad eclesiástica.
Una preocupación compartida por
Benedicto XVI, que en su exhortación apostólica post-sinodal “Verbum Domini”
reconoció la necesidad “ayudar a los fieles a distinguir bien la palabra de
Dios de las revelaciones privadas”.
Para identificar la
credibilidad de un fenómeno extraordinario, las normas ofrecen criterios
“positivos” y “negativos”.
El objetivo principal es
salvaguardar la fe del pueblo y evitar la proliferación de advocaciones que
desmientan las enseñanzas de la
Iglesia o, directamente, se contrapongan a ella.
Una investigación rigurosa del
presunto hecho es clave para garantizar la certeza moral de su existencia y
debe ser el primer punto que los prelados deben tomar en cuenta al analizar un
caso.
Además, deben cerciorarse del
equilibrio psíquico del “vidente” así como de su honestidad, rectitud de vida,
sinceridad, docilidad a la autoridad eclesiástica y capacidad para retornar a
una normal vida de fe. Junto a esto se requiere excluir episodios de psicosis o
histeria colectiva.
Sólo los cambios de vida de las
personas que entran en contacto con el hecho, conocidas como “conversiones”, no
bastan para avalar una manifestación divina, aunque los “frutos espirituales
abundantes y constantes” tienen su peso.
Asimismo los estudiosos deben
tomar en cuenta elementos de desconfianza como, por ejemplo, un evidente afán
de lucro vinculado al hecho o actos inmorales cometidos por el sujeto o sus
seguidores cuando durante o con ocasión del mismo.
Según las normas vaticanas es
deber de cada obispo vigilar, informarse y actuar para corregir o prevenir
abusos en el ejercicio del culto, para condenar doctrinas erróneas y para
evitar el peligro de misticismo falso o inconveniente.
En caso de llegar a la certeza
de encontrarse ante un episodio divino, tiene la facultad de permitir manifestaciones
públicas de devoción.