Domingo 5 de Mayo 2013 by Frank Jiménez. Etiqueta Noticia.
Hoy termina la Feria Internacional del Libro, una jornada intensa y llena de emociones. Llegando desde Silvio y Leo Brower, pasando por Spike Lee hasta llegar a Juan Gelman, las emociones fueron muchas y variopintas. Tuve amigos, amigas, ausencias, ballet, recitales, canciones, serenatas, poemas, retratos, mareos, niños, sed, desconcierto, calor, hambre, calles, días. Traté de estar al lado de cada una de las personas que me apoyan cotidianamente y casi lo logré. Cuando fallé, fue porque el cuerpo no me daba para tanto. Recibí en cada una de mis actividades un respaldo y un aliento extraordinarios. En medio de una Feria Internacional del Libro que,curiosamente, parecía diseñarse cada día a partir de un guion espontáneo a pesar de sus tradiciones y programas, vi a la clase media dominicana arrimándose de nuevo, retornar tímidamente a las calles de la Plaza de la Cultura para coexistir con las hordas escolares, con el hombre y la mujer del pueblo y sus sudores, olores, colores, batahola. Tengo críticas, como siempre, pero mi rebeldía esta vez no alcanza para ponerlas por encima de mis congratulaciones. La suerte estaba echada desde que uno de los hombres que más admiro en este planeta, el Presidente de Ecuador Rafael Correa, me plantara un beso, inaugurándome un entusiasmo que duraría dos semanas. Las cosas que más me gustaron de la Feria fueron muchas, además del rico repertorio de actividades para todos los gustos. Me gustó no tener el don de la ubicuidad, porque eso significa que me hubiese partido en dos un par de veces. Dejar el alma en el Pabellón de Poesía y llevar el cuerpo a la Biblioteca, a los museos, a otro pabellón. Me gustó ver al ministro Jose Antonio Rodríguez Duvergé mezclado y emotivo, todos los días presente y accesible en algún momento y en alguna parte, sin entourage ni un montón de lambones ensacados tumbándole el polvo de los jeans y la colita. Me gustaron la ternura y la humildad con que se manejó todo el tiempo Valentín Amaro , la puerta de su oficina abierta siempre para todo el mundo (me tocó hasta hacer pipí en su baño) y su presencia cálida y jovial dentro del caos. La excelencia con que Ramón Saba condujo la orquesta del Pabellón de Poesía, la paciencia de Leibi Ng en el área infantil, los jóvenes gestores de una nueva generación de libros y locuras, las camisetas verdes uniformando a una juventud empleada a fondo en trabajar con entusiasmo. Vi el fantasma entrañable de Adrian Javier sonreírme varias veces como repitiéndo lo que pocos días antes de irse de esta tierra me había dicho: “No te pierdas esta feria, va a ser bien loca, ya verás!" Y vi...
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