(CNN) — El presidente Barack Obama ha llevado la carga del mundo libre sobre sus hombros por dos años y medio, y comienza a notarse en su apariencia.
A sus 50 años –los cuales cumplió el jueves- su cabello está un poco más gris y tanto su cara como su cuello están un poco más arrugados que el día que asumió el cargo en enero de 2009.
Uno esperaría eso, es más viejo. Pero Obama, al igual que sus predecesores, ha tenido mucho qué hacer. Ha librado batallas sobre estímulos económicos, la cobertura médica y el techo de deuda. Ha manejado guerras en Iraq y Afganistán; se comprometió a una campaña militar en los cielos de Libia; persiguió a Osama bin Laden y atendió un desastre petrolero masivo en la Costa del Golfo.
Es tentador pensar que la presidencia hace a los presidentes verse más viejos de lo que son. El George W. Bush que dejó el cargo en el 2009 no es el joven Bush de antes del 11-S. Después de ocho años en el puesto, el cabello de Bill Clinton estaba significativamente más blanco y se le apreciaban más bolsas en los ojos.
El médico Michael Roizen sostiene lo que ha venido diciendo desde hace algún tiempo: los presidentes envejecen dos veces más rápido mientras están en el cargo.