Conozca algunos consejos prácticos para evitar comer entre horas.

Lunes 7  De Mayo 2012 by Frank Jiménez.     
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Todos, en especialmente aquellos que pasan muchas horas en el hogar, han sentido la fuerte tentación de revisar la nevera y “picar” algún alimento a cualquier hora. Luego de matar el antojo, nos sentimos reconfortados al ingerir la golosina deseada, pero enseguida sentimos el malestar por haber picoteado cuando no debemos.
Un reciente estudio realizado en la Universidad de Manchester señala que el consumo de ciertos alimentos grasientos, como las papas fritas, pueden causar una relajación temporal en el cerebro y aplacar las emociones negativas. Es una de las razones por las que recurrimos repetidamente a este tipo de alimentos en el día a día, que en el largo plazo pueden causar otro tipo de problemas como obesidad o dolencias cardíacas relacionadas con el colesterol.
A continuación una lista de ocho tips para evitar caer en la tentación.
1. Distráete
Se ha comprobado que no tener nada en la cabeza o entre las manos provoca que, instintivamente, nos dirijamos a la nevera con el objetivo de encontrar algo con que calmar nuestra ansiedad. Los médicos han sugerido que encontrar una actividad sustitutiva puede ser la mejor forma de evitar esas escapadas puntuales al frigorífico. Por ejemplo, la lectura, llamar a un amigo o amiga u hojear una revista son actividades que pueden llenar de forma eficaz esos ratos muertos que se dedican en demasiadas ocasiones a mordisquear una chocolatina. Se trata de un procedimiento empleado igualmente para superar otras adicciones, como la del tabaco. Una prolongación de esta estrategia es calmar la ansiedad manteniendo las manos ocupadas.
2. Come con la cabeza, no con los ojos
Al igual que ocurre con otras actividades que realizamos en nuestra vida diaria, existen dos formas de alimentarse: la emocional y la racional. La mayor parte de comidas en horarios extemporáneos responden al primer paradigma, así que para mantener una dieta equilibrada lo mejor es pensar de forma fría lo que estamos haciendo, adquiriendo una plena consciencia de nuestras decisiones. Comer de forma emocional sólo lleva a los atracones, recuerdan los investigadores. De hecho, disfrutamos mucho más el propio sabor del alimento cuando masticamos poco a poco y nos recreamos en lo que tenemos en la boca. Tenemos que reconectar con la forma en que afrontamos nuestras comidas, ya que en un gran número de ocasiones, ponemos el piloto automático y comemos sin parar hasta que no sabemos ni lo que nos metemos en la boca. Perdemos el control y seguimos comiendo porque no nos damos cuenta de lo que comemos. Debemos volver a detenernos en cada bocado.
3. Mantén lejos la comida
“Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma irá a la montaña”, reza uno de los más famosas citas bíblicas. Podemos intentar evitar que la comida acuda a nosotros simplemente manteniéndola lejos: que la montaña no venga a nosotros. Si siempre tenemos una tableta de chocolate en la nevera, o una bolsa de chucherías cerca, es más fácil sucumbir a la tentación que si no las tenemos. En el caso de que debamos bajar a la calle a adquirir dicho producto, probablemente nos lo pensemos dos veces antes de actuar. Un período de tiempo suficiente como para que nuestro impulso inicial se desvanezca y sea sustituido por la implacabilidad de nuestro pensamiento racional.
4. Cuéntaselo a un amigo
Igual que se suele decir que el primer paso para evitar cualquier adicción es reconocerla frente a otra persona, en la alimentación compulsiva contar con un amigo de confianza que nos pueda escuchar en esos momentos de debilidad puede ser una buena estrategia. Por dos razones principales: porque nos obliga a verbalizar nuestros problemas, de forma que nos permite realizar un análisis más certero de nuestra propia situación, y porque la retroalimentación que recibamos de nuestro compañero puede proporcionarnos otra perspectiva, unos consejos útiles y, en definitiva, hacernos sentir que no estamos solos.
5. Duerme lo suficiente
La ansiedad se relaciona íntimamente con la carencia de las horas de sueño necesarias. El cortisol, la hormona que toma el control en estos episodios compulsivos, aumenta cuando el tiempo de sueño no es el adecuado. No se trata de un proceso tan lejano del que conduce a algunos a sentirse deprimidos, ansiosos o irritables, y de hecho, se trata de un camino bastante parecido: la ausencia de control sobre nuestros impulsos causada por dicha hormona nos convierte en personas más emocionales que racionales, un camino que concluye con demasiada frecuencia frente a la nevera.
6. Lleva un registro
“¿Qué comiste ayer?” A muchos de nosotros nos resulta complicado resolver a tal trivial pregunta, no digamos ya establecer un recuento de todo lo que hemos comido fuera de casa, picoteado o devorado entre comida y comida. De esa forma, ¿cómo podemos llevar a cabo una dieta sana y equilibrada, si vivimos de un día para otro? La mejor forma, por tediosa que pueda parecer, es tomar nota en un cuaderno de lo que hemos comido, para que con un simple vistazo podamos recordarlo sin necesidad de hacer memoria.
También resulta interesante apuntar las cantidades, y por qué hemos realizado las comidas. Se trata de la herramienta más eficaz para tomar conciencia de aquellas ocasiones en las que hemos ingerido alimentos porque efectivamente teníamos hambre y aquellas otras en las que lo hemos hecho por pura gula. Ello, por supuesto, no debe llevarnos a caer en la frustración de la dieta exageradamente estrictiva, que más que a un adelgazamiento real o a sentirnos mejor con nosotros mismos suele conducirnos a la frustración o a la bulimia.
7. Mantén unos hábitos
Unos horarios irregulares de comidas no contribuyen de forma precisamente positiva a trazar la línea entre lo que comemos emocionalmente y lo que comemos por necesidad. Si no podemos establecer un criterio claro en este sentido, nuestra alimentación diaria se convertirá en un continuo de picoteo, comidas a deshoras y hambre en momentos en los que no deberíamos sentirla. Establecer, en la medida de la posible, una división clara de los momentos en que realizamos nuestras principales comidas (desayuno, almuerzo, cena) implicará que todo aquello que no se enmarque en esos tiempos quede señalado como comida meramente obsesiva. De esa forma, conseguiremos identificar claramente al enemigo.
8. Cambia tu percepción sobre la comida
Uno de los factores más importantes en la alimentación compulsiva es la percepción que tenemos de la comida. No distinguimos entre dulce y salado, bueno o malo, sabroso o soso, sino que todo lo que nos llevamos a la boca tiene una única finalidad, que es saciarnos rápidamente y aliviar nuestra ansiedad, al menos por un breve período de tiempo. Reconectar con aquellas comidas que más nos gustan y recordar el carácter poco saludable de otro tipo de alimentos nos puede llevar a mantener una relación diferente con el alimento, en el que este ya no sea objeto de una conducta compulsiva sino una fuente de placer y bienestar.
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